Notas de prensa, Columnas de Análisis y Opinión

La neolengua

Uno de los aspectos más inquietantes de 1984, la gran novela de George Orwell, es la neolengua o la modificación del lenguaje para hacer que la gente acepte aquello que le perjudica, suavizando en las palabras, las reales consecuencias de las decisiones del poder.

Lo que Orwell advierte es el uso sistemático del eufemismo como instrumento de manipulación política. Los nazis, por ejemplo, llamaron “Solución final” el exterminio judío; al tiempo que los militares golpistas brasileños bautizaron como “revolución” la dictadura que impusieron en 1964. En Colombia, particularmente durante los gobiernos uribistas, claramente se ha venido decantando una neolengua.

El “estado de opinión” disimuló por años las pulsiones autoritarias de Uribe; y la “economía fraterna” connotaba el desmonte de los derechos de los trabajadores. No había conflicto interno sino “amenaza terrorista”; al atroz desplazamiento de más de seis millones de colombianos comparable al de Afganistán y uno de los mayores del mundo, se designó con el tranquilizador sintagma de “migrantes internos”. La entrega irresponsable de más de 7.000 títulos mineros, junto con gabelas tributarias a multinacionales; lo mismo que la desbocada privatización del patrimonio público, se hicieron palatables con “terminachos” como: “confianza inversionista” y “estado austero”.

En esto el presidente Duque ha mostrado ser un alumno aventajado de su mentor: llamó “ley de financiamiento” a lo que en realidad era un draconiano aumento de impuestos a los pobres y la maltrecha clase media y ahora, en un país desangrado por las masacres, la sacó del estadio hablando de “homicidios colectivos”.

Este gobierno, que se gasta la plata de la paz en su destartalada imagen, y sus periodistas, saben que lo que no se nombra no existe, como al parecer no existen ya los paramilitares, y también saben que quien controla el discurso público, controla los pensamientos y las acciones de la gente pudiendo abusar impunemente del poder. Por eso, mientras escribo esta columna me pregunto ¿qué nueva palabreja inventará este gobierno alérgico a la verdad para justificar que Mancuso terminó en Italia por cuenta de su impúdica negligencia?

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