Notas de prensa, Columnas de Análisis y Opinión

Opinión “Sorpresa pandémica”

Desde las presidenciales de 1980 el término “sorpresa de octubre” se ha vuelto un lugar común en Estados Unidos para describir cualquier acontecimiento internacional o nacional, planeado o accidental, que altere el rumbo de las elecciones en su recta final. En lo que va del ciclo electoral de 2020 no ha habido una sino múltiples sorpresas, entre ellas el juicio político a Trump, la aparición del COVID-19, el estancamiento económico, las revelaciones sobre los impuestos del mandatario y la muerte de la icónica jueza Ruth Bader Ginsburg. Sin embargo, si alguna ha de afectar de forma decisiva esta turbulenta campaña es el contagio de Trump y un creciente número de miembros de su círculo íntimo.

Es imposible no ver algo de justicia poética aquí. Quien ha hecho gala de su estado extraordinario de salud y su virilidad, ha minimizado la severidad del virus, se ha burlado de los que utilizan tapabocas y ha violado junto con su familia toda normativa sanitaria, por fin fue sorprendido por el COVID-19. En el camino, ha infectado a un número aún indeterminado de colaboradores, seguidores y ciudadanos anónimos, entre los cuales muchos habrán asumido con igual irresponsabilidad la pandemia, pero otros no. Además del evento “superspreader” de nominación de Amy Coney Barrett a la Corte Suprema, al que acudieron unas 200 personas a la Casa Blanca sin medidas preventivas mínimas, Trump asistió a unas quince actividades de campaña en las que habría podido ser contagioso, incluyendo el debate presidencial con Biden.

Aunque es prematuro anticipar los efectos de esta sorpresa pandémica sobre las elecciones, estos dependerán de varios factores, entre ellos la evolución de la enfermedad de Trump —sobre la que ha habido información contradictoria—, la actitud del mandatario en relación con esta, la incorporación de cambios en el discurso y la política del gobierno frente a la pandemia y la existencia de un voto de simpatía hacia Trump y la primera dama, cuyos propios escándalos también han sido eclipsados por el virus. Por último, en la medida en que se conozcan más infectados a causa de la desfachatez del jefe de Estado, y las cifras de nuevos casos y de muertos sigan aumentando la indignación de muchos ciudadanos puede crecer.

Si bien otros políticos contagiados por el COVID-19 han cambiado en algo su actitud al sobrevivir el virus, no hay indicio alguno de que ello ocurrirá con un narcisista como Trump, quien buscará por encima de todo recuperar su imagen de hombre fuerte e invencible. Desde el hospital, celebró los milagros terapéuticos, casi divinos, que lo estaban curando y al anunciar su salida (probablemente prematura) del mismo, desconcertó a muchos al tuitear “no tengan miedo al covid… no permitan que domine sus vidas… me siento mejor que hace veinte años”.

La incertidumbre en torno a la salud de Trump y de los debates presidenciales que faltan, sumada a su avanzada edad y la de Joe Biden hacen que el encuentro de hoy entre Mike Pence y Kamala Harris cobre importancia atípica. Además de acreditar la preparación de cada fórmula vicepresidencial para liderar a Estados Unidos en dado caso, puede ser la única oportunidad —sin interferencia trumpiana— para explicar a un público televisivo masivo las propuestas de las dos campañas y convencer a los votantes aún indecisos.

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