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Análisis: Escazú ya!

Si usted piensa que la extraordinaria biodiversidad de Colombia encierra un potencial de desarrollo socioeconómico al que debemos mirar en la “pospandemia”, potenciando sectores como el ecoturismo, quizás deba saber que a Juana María Perea, una mujer comprometida con este sueño, la mataron en Nuquí de un tiro en la cabeza.

Juana había sobrevivido a los horrores de la guerra en Afganistán y regresado a Colombia para realizar su sueño de una cabaña turística en el olvidado y exuberante departamento del Chocó. Por ese camino, no solo terminó liderando a los ecohoteleros de las paradisiacas playas de Termales, sino que se convirtió en una importante voz crítica frente al proyecto del puerto de Tribugá impulsado por este gobierno.

Como Jaime Monje o Jorge Solano, el asesinato de Juana Perea no puede ser uno más en la estadística del país donde más ambientalistas asesinan en el mundo. Por ello y porque el plan de protección del gobierno a los líderes sociales no contempla una estrategia específica para garantizarles la vida a quienes luchan por el medio ambiente, es inaceptable que el Congreso tenga parada la ratificación del acuerdo de Escazú por la presión de poderosos gremios económicos vinculados a la minería y a la agroindustria.

Escazú es un instrumento sin precedentes construido entre los gobiernos de América Latina y el Caribe, región con un tercio del agua dulce, los bosques y tierra fértil del planeta, pero que muestra niveles preocupantes de destrucción ambiental y un alto nivel de vulnerabilidad de sus poblaciones frente al cambio climático. De allí que este acuerdo busque fortalecer la seguridad de los ambientalistas, la participación de las comunidades, el acceso a la información y a la justicia ambiental. Esto es importante en Colombia, que a pesar de su alta conflictividad socioambiental no cuenta una justicia especializada en estos temas.

Lejos de atentar contra nuestra soberanía, Escazú ofrece un marco común para que cada país a su ritmo compatibilice desarrollo, medio ambiente y democracia. Ojalá el presidente Duque cumpla su promesa en la “Conversación Nacional” de jugársela para ratificar este acuerdo; caso contrario, Escazú, como Santurbán, será otra muestra más de su demagogia ambientalista.

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