Del odio al amor solo hay un paso... ¡Y de la guerra a la diplomacia, solo un dado!
Del odio al amor solo hay un paso... ¡Y de la guerra a la diplomacia, solo un dado!
Por: Juana Valentina León
Ciencia Política y Gobierno Universidad del Rosario
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
El aprendizaje basado en juegos, o gamificación, se ha convertido en una metodología clave para comprender conceptos complejos en disciplinas como las Relaciones Internacionales y, la Ciencia Política y Gobierno. Al integrar dinámicas lúdicas en el aula, los estudiantes pueden experimentar de primera mano los desafíos de la toma de decisiones, la diplomacia y la estrategia. En este contexto, juegos de mesa como Risk permiten analizar en la práctica la interacción entre el conflicto, la cooperación y el azar, aspectos fundamentales en la política Si hay algo que queda claro al jugar Risk, es que las emociones pueden cambiar en cuestión de minutos. Lo que parece una victoria asegurada puede convertirse en una derrota inesperada por un mal lanzamiento de dados, una traición imprevista o una estrategia mal calculada. La teoría parece simple: atacar, conquistar, expandirse y ganar. Sin embargo, la realidad demuestra que ningún plan está garantizado, ya que factores como la imprevisibilidad del azar y las acciones de los demás jugadores pueden modificar drásticamente el curso del juego.
Para quienes no lo conocen, Risk es un juego de estrategia basado en la conquista de territorios y la eliminación de oponentes hasta alcanzar el dominio global. La modalidad jugada en clase consistía en tomar territorios atacando con los dados, pero también incluía un componente fuerte de diplomacia. No todo es guerra: en ocasiones, establecer alianzas por conveniencia puede ser la clave para evitar el desastre (o al menos retrasarlo). Durante la partida, los participantes recibieron territorios asignados al azar con fichas que representaban soldados, caballos y cañones, pero lo que realmente importaba era la manera en que se movían las piezas y las interacciones entre jugadores.
Uno de los momentos más interesantes fue cuando un jugador propuso el "derecho de paso". Según su planteamiento, debería existir una regla que permitiera cruzar por el territorio de otro sin atacarlo, argumentando que las fronteras hacían imposible moverse sin destruir a alguien con quien podría existir una buena relación. La propuesta se sometió a votación y fue rechazada. Resultó curioso observar cómo la mayoría optó por mantener las reglas originales, sin flexibilizar la movilidad en el tablero. Para algunos, esto fue una decisión estratégica, mientras que para otros fue una forma de evitar que los jugadores más fuertes se beneficiaran de una nueva norma. Esta discusión demostró que, en todo conflicto, existen diversas visiones y que la política, ya sea en un tablero o en el mundo real, está llena de decisiones que favorecen a unos y perjudican a otros.
Desde el punto de vista emocional, la experiencia fue una montaña rusa. Al inicio, el entusiasmo era evidente, pero conforme avanzaban los turnos y las estrategias fallaban, la frustración se hacía presente. Perder territorios rápidamente, calcular mal los ataques y, eventualmente, quedar fuera del juego generó un sentimiento de derrota. Sin embargo, observar la dinámica del resto de la partida permitió reflexionar sobre los errores y las posibles mejoras para una futura jugada. Hubo momentos de tensión, pues Risk es de esos juegos que pueden poner a prueba las amistades, aunque sea por un rato. Las traiciones, los ataques inesperados y la lucha por sobrevivir generan discusiones, pero también muestran cómo funciona la estrategia en la vida real. En un punto de la partida, un pacto de "no agresión" se rompió de manera repentina, dejando en evidencia que confiar demasiado en los demás puede ser un error costoso.
Desde una perspectiva estratégica, varios conceptos vistos en clase se reflejaron en el desarrollo del juego. El equilibrio de poder se manifestó cuando los jugadores formaban alianzas para frenar a alguien que tomaba demasiada ventaja. De igual forma, la teoría de juegos estuvo presente en las negociaciones y en los dilemas de cooperar o traicionar. Se hicieron varias promesas de "no te ataco si no me atacas", que en algunos casos se cumplieron y en otros... no tanto. Además, el juego obligó a tomar decisiones bajo presión y con información incompleta, un escenario muy similar a la política internacional, donde los líderes deben actuar sin conocer a ciencia cierta las intenciones de los demás actores.
Si se volviera a jugar, una estrategia diferente podría cambiar por completo los resultados. No expandirse demasiado rápido, formar alianzas más estables y administrar mejor los recursos serían claves para un mejor desempeño. Pero más allá de la partida en sí, la reflexión central radica en la importancia de la gamificación en la educación. A través de la simulación, se internalizan de manera vivencial conceptos fundamentales de relaciones internacionales y política. No es lo mismo leer sobre diplomacia y estrategias de guerra que experimentarlas en carne propia, aunque sea en un tablero. La toma de decisiones, la negociación, la incertidumbre y hasta la traición fueron parte de la experiencia, y ese tipo de aprendizaje es difícil de olvidar.
En Risk, como en la estrategia política, no siempre gana el más fuerte, sino quien mejor sabe adaptarse a las circunstancias. Y si algo quedó claro en esta experiencia, es que un solo dado puede marcar la diferencia entre la victoria y la derrota. Aunque el azar juega un papel, la clave está en cómo se decide jugar las cartas... o en este caso, mover las fichas.