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Papel de la cooperación internacional en el fortalecimiento de la democracia: Potenciales oportunidades y desafíos.

Papel de la cooperación internacional en el fortalecimiento de la democracia: Potenciales oportunidades y desafíos.

Por: María Fernanda Meneses y Mariana Benavides.
Universidad del Norte

En América Latina, la democracia ha logrado avances significativos, consolidándose como una forma indispensable para lograr la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región. Sin embargo, factores como la falta de integridad social, la protección de derechos sociales, los elevados niveles de desigualdad y la persistente pobreza siguen generando debilidad en los países democráticos.  Provocando no solo el deterioro de las instituciones, sino también una creciente sensación de insatisfacción debido a la falta de oportunidades y opciones reales de cambio.

José Luis Ramírez, Asesor del Secretario General, afirmó a título personal, el 20 de noviembre de 2024, en una sesión virtual con dictada en Uninorte, que actualmente nos encontramos en un proceso de recesión democrática. Según las cifras compartidas en su presentación, hoy el 55% de los países se encuentran en un panorama de autocracias cerradas, es decir, dictaduras completas. Los casos de Venezuela y Nicaragua son ejemplos de las crisis políticas que amenazan a los sistemas democráticos en América Latina. Según Ramírez (2024), los números de polarización van aumentando en un contexto en el que, en medio de la incertidumbre, producto de la pandemia del Covid-19 y las consecuencias de la crisis, aparecen candidatos populistas y autoritarios que logran captar la atención de la población, debilitando los valores democráticos de los países. Por otro lado, la falta de integridad social constituye uno de los elementos que fragmentan la democracia en la región. La carencia de bienestar económico y de equidad social que persisten, constituyen una fuente de inestabilidad y fragmentación social, de frustración de las reformas económicas y de los progresos constitucionales y legislativos (Ayuso, 2007). En este panorama, es vital preguntarse qué papel ha jugado y podría jugar la cooperación internacional en el fortalecimiento de la democracia.

Si analizamos la relación entre la Unión Europea y América Latina, como caso de estudio, es posible afirmar que la democracia ha sido un pilar fundamental en la cooperación internacional entre ambas regiones. Desde que se iniciaron los diálogos entre estas en los 70s, la UE ha apoyado a nuestra región para poner fin a dictaduras, respaldar procesos de paz, defender los derechos humanos, fortalecer a la sociedad civil y consolidar la democracia. (Sanahuga, 2020) Países europeos, como Francia, Italia, España y el Vaticano han cooperado de cerca con la OEA en papel de donantes, designados en observación electoral y colaboradores en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Ramírez, 2024). La cooperación internacional es vital para el fortalecimiento de la democracia, si se tiene en cuenta que ha posibilitado que países del mundo asuman un papel esencial en negociaciones de procesos de paz, elecciones con garantías democráticas a partir de veedurías internacionales, y ayuda en la dimensión humanitaria que logra reducir las brechas en las sociedades.

Ahora bien, la cooperación internacional hoy en día no está exenta a desafíos. Uno de ellos es que muchos países tienen en cuenta solamente estándares unidimensionales para seleccionar a sus socios. Por ejemplo, muchos donantes analizan solo la renta de un país al momento de elegir o descartar a este como socio de cooperación. Esto dificulta que países en vulnerabilidad democrática reciban el apoyo que necesitan, si sus índices muestran una situación prospera a pesar de sus dificultades.

La democratización podría ofrecer solución, ya que refuerza los incentivos y las oportunidades para la cooperación entre Estados. No obstante, como señala Keohane (1993), la política mundial carece de instituciones gubernamentales autoritarias y está caracterizada por una incertidumbre generalizada. Esto condiciona los avances e intenciones de cooperación debido a la falta de confianza mutua, la concentración de poder y la ausencia de medidas de seguridad sólidas.

Desde otra perspectiva, existen otros reportajes, como el Documental Poverty Inc (2014), que ha puesto en manifiesto otro de los desafíos: la visión paternalista que se tiene actualmente sobre algunas regiones del mundo. Dicha visión, pone freno a su desarrollo, ya que a partir de este enfoque se realizan proyectos específicos, o la ayuda oficial para el desarrollo se vuelve una “forma de vida”, y no un proceso de transición democrática que facilite el fortalecimiento de esta y la posterior independencia económica del país receptor. Ejemplo de esto es el caso de países africanos que, a pesar de ser receptores de cooperación internacional, se encuentran casi en permanente desestabilización democrática. En este sentido, es más probable que las poblaciones desarrollen un sentimiento de rechazo hacia la democracia en lugar de fomentarla si perciben que su implementación respondió a una condicionalidad política impuesta externamente, como requisito para acceder a cooperación internacional, por ejemplo, a través de la CID. En lugar de concebirla como un proceso de transición necesario para la estabilidad del país, en el que la comunidad internacional contribuyó al bienestar de la población, podría interpretarse como una estrategia de influencia externa. Como advierte Carothers (1999), los esfuerzos de democratización impulsados desde el exterior suelen responder más a los intereses estratégicos y políticos de los países donantes que a las necesidades reales de las sociedades receptoras, lo que puede generar escepticismo y resistencia entre las comunidades locales.

Según Michellini (2004), la cooperación internacional en materia de regulación democrática contribuye al desarrollo, siempre que se base en un análisis previo detallado que debe considerar las necesidades locales, la participación de actores clave, las instituciones involucradas, los recursos disponibles y los factores tecnológicos y culturales, ya que solo mediante esta evaluación integral se puede evitar la imposición de un modelo de desarrollo ajeno a las expectativas y realidades locales.

 Está en las manos de los nuevos internacionalistas el imponer una visión más amplia y multidimensional en la cooperación internacional, para que esta pueda fomentar la democracia, en vez de limitarla.

 

Referencias

Ayuso, A. (2007). Pobreza, desigualdad y cohesión social: más allá de los Objetivos del Milenio. Disponible en esta dirección: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2872530

Carothers, T. (1999) Aiding democracy abroad: The learning curve. Carnegie Endowment for International Peace.

Michellini, H (2004). Democracia, derechos humanos y cooperación internacional. Ámbito Jurídico. Recuperado de https://ambitojuridico.com.br/democracia-derechos-humanos-y-cooperacion-internacional

Ramírez, J.L. (2024) Elecciones en el mundo: La Democracia y las Autocracias. Presentación para la clase de Cooperación Internacional, Paz y Derechos Humanos. Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia.

PovertyCure [YTminusTime] (2020). Poverty.Inc.2014.1080p Subtitulado al Español [Video]. Youtube. Recuperado de https://youtu.be/OXT3cjHtlno?si=eHwcURcFQ9Ve2YBT

Sanahuga, J.A. (2020). América Latina y la Unión Europea: agendas sociales, competencia geopolítica y COVID-19. Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, 22 (45), 383-403

Kehoane, R. (1993). Instituciones Internacionales y poder estatal: ensayos sobre teoría de las relaciones internacionales. Ed. GEL, Buenos Aires, 1993.

 

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