Las energías limpias en América Latina una oportunidad para el futuro
Juan David Ayala Herrera
Maestría en Asuntos Internacionales
Universidad Externado de Colombia
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El Secretariado para el Cambio Climático de las Naciones Unidas (UNCCS por su sigla en inglés) ha identificado que la emisión de gases de efecto invernadero es la principal causa del cambio climático, estableciendo que el sector que más produce gases de este tipo es el energético con un 34% del total, seguido por el sector industrial con el 22% y el de transporte con un 14% - según datos de 2016-, destacando que el dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4) son los dos gases de efecto invernadero más abundantes con una participación del 76% y el 16% del total de estos ( UNCCS, 2019). Lo anterior implica la necesidad de la adopción de medidas que reduzcan las emisiones, con el objetivo de mitigar los efectos negativos, dentro de los cuales se identifican principalmente el aumento del nivel del mar, los cambios en los parámetros climáticos en términos de lluvias y de temperatura, el derretimiento de los glaciares, la reducción en los niveles de los ríos, la acidificación de los océanos y la degradación de los suelos, resaltando que no son las únicas consecuencias que afectarán al planeta (UNCCS, 2019).
Según un estudio publicado en 2018 por la CELAC, América Latina y el Caribe es una de las regiones más vulnerables del mundo a los efectos del cambio climático, “debido a su locación geográfica, sus condiciones climáticas, socioeconómicas, demográficas y sus perfiles institucionales”, aunado con “la alta sensibilidad climática de sus recursos naturales como los bosques y la biodiversidad” (traducción propia a partir del original, p.36). Respecto a la generación de gases de efecto invernadero, el estudio determina que los países latinoamericanos y caribeños contribuyen con cerca del 10% del total de las emisiones a nivel mundial, aunque solo el sector de provisión energética de la región corresponde al 5% de las emisiones de gases de este tipo a escala global (CELAC, 2018). Lo anterior demuestra que es necesario que se adopten medidas para la mitigación de las consecuencias del cambio climático y se planteen estrategias para reducir sus emisiones, especialmente en el sector energético.
La producción de electricidad representa un 17% del consumo final de energía a nivel mundial y es uno de los sectores que más gases de efecto invernadero produce, por lo que las medidas que se adopten en este campo serán clave en la lucha contra el cambio climático (OMS, 2019). Para lograr un cambio, es necesario entonces que todos los países del mundo realicen esfuerzos que permitan la reducción en las emisiones, de hecho, en su informe de 2019 la UNCCS recomienda la adopción de acciones de mitigación en el sector energético principalmente (UNCCS,2019). Las energías limpias corresponden a aquellas que no generan emisiones de gases nocivos o contaminantes y se encuentran directamente vinculadas a la producción de electricidad desde fuentes renovables como el agua, el sol, el viento entre otras, por lo que su aplicación es fundamental para lograr los objetivos en la reducción de gases de efecto invernadero.
Según la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA, por su sigla en inglés) América Latina genera la mayor proporción de energía renovable del mundo. De acuerdo con cifras de 2016, el 64% del total de la energía consumida por la región provenía de fuentes renovables, destacando que el 80% de la producción de estas fuentes correspondió a plantas hidroeléctricas, sin embargo, esta misma agencia advierte que la participación de las hidroeléctricas en la capacidad productiva de energía es cada vez menor debido al continuo aumento en el consumo de energía, resaltando con esto la necesidad de incrementar las capacidades de producción en el mediano plazo (IRENA, 2016). De hecho, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que en el periodo 2016-2030 el consumo de energía en la región aumentará en un 70% (BID, diciembre de 2017).
Lo anterior abre un debate sobre como suplir la creciente demanda de energía de América Latina, pues, son múltiples las alternativas que se pueden tomar. El objetivo de este artículo es comparar y recomendar la más conveniente para los países latinoamericanos, considerando el contexto coyuntural del cambio climático y las condiciones regionales. Debido a esto se plantean tres escenarios para suplir la demanda a 2030, los cuales se expondrán a continuación. Por un lado, es preciso contemplar un escenario basado en la construcción de más plantas hidroeléctricas, pues, corresponden a la principal fuente para la producción de energía renovable en la región como se mostró previamente, por otro lado, es necesario realizar un análisis sobre el costo-beneficio de implementar masivamente plantas de energía eólica y solar como la fuente principal; finalmente, se considera un escenario en el que se opte por mantener la generación de electricidad en un balance cercano al 65% proveniente de fuentes renovables y 35% de energías no renovables.
Respecto al primer escenario, es necesario resaltar que las hidroeléctricas pese a no emitir gases de efecto invernadero en el proceso de producción de electricidad sí generan consecuencias negativas en términos ambientales e incluso socioeconómicos, pues, su construcción afecta la fauna piscícola, los ecosistemas y las actividades de colectivos como el de los pescadores profesionales (García-Andreu y Aledo, 2013). Además, su producción no es sostenible en épocas de sequía, debido a que con la disminución de los niveles de los ríos se presentan dificultades en la generación de energía , como ocurrió en 2016 cuando el fenómeno de El Niño afectó a Colombia, disminuyendo el caudal de los ríos y obligando al país a recurrir al aumento de la producción eléctrica en sus centrales térmicas (Semana, 27 de febrero de 2016).
El segundo escenario consiste en una implementación masiva de plantas de energía solar y eólica para suplir la demanda de energía a 2030, dejando a un lado la construcción de centrales hidroeléctricas adicionales y de plantas térmicas. Según IRENA, para 2020 será más económico producir energía con fuentes renovables que con combustibles fósiles en la mayoría de los países del mundo, esto debido principalmente a las importantes reducciones en los costos a escala comercial de las últimas décadas, las cuales se encuentran directamente asociadas al aumento de la eficiencia y la caída de los precios de los componentes. Solo entre 2010 y 2017 los costos de instalación de la energía solar fotovoltaica se redujeron en un 68%, mientras que en el periodo de 1983 a 2017 los costos de instalación de energía eólicas se redujeron en un 70% -basado en estimaciones mundiales-, incluso se prevé que este comportamiento de costos decrecientes se mantenga en los próximos años (IRENA, 2018). Lo anterior demuestra que son alternativas económicamente viables en comparación con aquellas basadas en fuentes no renovables, a lo que además hay que agregarle las ventajas ambientales que presentan al no emitir gases de efecto invernadero o impactos ambientales y socioeconómicos colaterales como en el caso de las hidroeléctricas, la decisión de implementar plantas eólicas o solares dependerá más de las condiciones del lugar en el que se busquen ubicar, resaltando que ya existen estudios a nivel regional que permiten determinar la factibilidad de establecer estos sistemas en ciertas áreas geográficas.
De hecho, la firma Deloitte, en su informe de 2018 destaca el proyecto de la empresa ENEL para construir una combinación de plantas eólicas, solares y geotérmicas en Chile, con lo cual se ha demostrado que la comercialización de electricidad proveniente de estas fuentes presenta mayores tasas de fiabilidad y costos inferiores a los presentados por las plantas de carbón y gas chilenas, (Deloitte, 2018). Además, cabe resaltar que a lo largo de los últimos 5 años otros países de la región como México, Brasil, Uruguay y Costa Rica han realizado inversiones significativas en la producción de electricidad mediante plantas eólicas y solares; mientras que países como Venezuela, Argentina y Colombia tienen planes a futuro o hasta ahora comienzan la instalación de capacidades productivas mediante tecnologías solares y eólicas, presentando aún bajas tasas en su implementación (IRENA, 2018).
El tercer escenario, que plantea mantener la generación de electricidad en un balance cercano al 65% proveniente de fuentes renovables y 35% de energías no renovables resulta inviable para 2030 por dos razones principales: desde el punto de vista económico sería más costoso mantener y construir las plantas que funcionan con energías no renovables como se demostró anteriormente; por otro lado, las consecuencias ambientales resultarían muy perjudiciales como se expondrá a continuación, especialmente considerando que América Latina por su vulnerabilidad frente al cambio climático debe realizar el mayor esfuerzo posible en su lucha contra este problema global.
Si bien la producción de electricidad no representa la totalidad del sector de provisión energética, esta actividad en particular es considerada actualmente como altamente contaminante, pues, contribuye directamente al cambio climático por la emisión de gases de efecto invernadero, como se expuso en la contextualización de este documento. Según el informe de 2017 del Banco Interamericano de Desarrollo sobre la red eléctrica de Latinoamérica, si en el periodo 2016-2030 no se adoptan medidas adicionales a las proyectadas por los países latinoamericanos, la implementación de fuentes de producción de energía renovable no alcanzará a cubrir ni siquiera el 80% de la demanda que tendrá la región para ese año, suponiendo entonces que más del 20% de toda la electricidad que se consuma deberá ser producida mediante fuentes no renovables, lo cual, implicaría un incremento total de al menos un 19% de las emisiones de dióxido de carbono por parte de la región, aunado a un aumento total superior al 51% de gases de óxidos de azufre y de nitrógeno -todos catalogados como gases de efecto invernadero- (BID, diciembre de 2017).
Finalmente, luego de la comparación de los tres escenarios planteados en este documento, es pertinente resaltar que la alternativa más beneficiosa para América Latina en términos económicos y ambientales corresponde a la implementación de una producción eléctrica basada principalmente en plantas de energía eólica y solar. Por un lado, las ventajas se pueden ver reflejadas en la sostenibilidad de su producción, los menores impactos ambientales con respecto a las centrales hidroeléctricas y en la continua reducción de los precios de instalación de estas tecnologías en comparación con las plantas basadas en fuentes no renovables como las centrales térmicas. Por otro lado, es necesario considerar que un problema global requiere un esfuerzo conjunto y América Latina se encuentra vulnerable frente al cambio climático, pues, este fenómeno tiene el potencial de afectar el bienestar de su fauna, flora e incluso de su población; por lo que la adopción de esta recomendación puede marcar una gran diferencia en materia de emisiones de gases de efecto invernadero, con beneficios comunes no solo para la región sino que también para el mundo entero.
Referencias
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