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COVID-19 y cambio climático: lecciones de una tragedia anunciada

COVID-19 y cambio climático: lecciones de una tragedia anunciada COVID-19 y cambio climático: lecciones de una tragedia anunciada

Por: Manuela Isaza Cardona.
Profesional en Negocios Internacionales de la Universidad Santo Tomás.

El mundo fue sorprendido por un virus letal que ha cobrado la vida de miles de personas, colapsado los sistemas de salud, frenado la actividad económica y, posiblemente, causará la peor crisis económica desde la Gran Depresión. Sin embargo, este evento no fue algo totalmente inesperado, pues durante los últimos años diversos científicos alertaron sobre la posibilidad de una emergencia sanitaria generada por un coronavirus. Valga anotar que hasta la fecha se han detectado por lo menos siete tipos de ellos, con alto potencial de transmisión de animales a humanos, a saber: Sars-CoV-2, el Sars-CoV, Mers-CoV,  el HKU1, el NL63, el OC43 y el 229E (K. P. Lau & F. W. Chan1, 2015). No obstante, diferentes líderes y autoridades desestimaron dicha posibilidad.

Prueba de ello son los diversos estudios e investigaciones publicadas que advertían sobre la posible emergencia de un nuevo brote a escala global.  Uno de ellos corresponde a un estudio publicado por la revista 'Clinical Microbiology Reviews', titulado: “SARS como un agente de infección emergente y reemergente”  (C. C. Cheng, K. P. Lau, C. Y. Woo, & Yung Yuen, 2007). En este se atribuye el surgimiento del SARS-CoV (primera epidemia causada por un coronavirus en 2003) al rápido crecimiento económico en el sur de China - lo cual ha aumentado la demanda de proteínas animales, incluidas las de animales exóticos-  pues las grandes cantidades y variedades de animales salvajes en jaulas superpobladas y la falta de medidas de bioseguridad en los mercados donde se comercializan, permitieron el salto de este nuevo virus de animales a humanos.

El estudio concluye que debido a que estos virus se someten a recombinaciones genéticas, lo cual puede conducir a nuevos genotipos y brotes, la posibilidad del resurgimiento del SARS y otros nuevos virus de animales, era alta. Debido a ello, resaltaron la importancia de un plan de acción para contenerlo y de una adecuada preparación para enfrentarlo.

Otro anuncio que encendía las alarmas, corresponde al estudio titulado: “Un grupo de coronavirus de murciélago circulante similar al SARS muestra potencial para su aparición en humanos’, publicado en 2015 por la revista Nature Medicine. En este se examina el gran potencial de un virus similar al SARS, que circulaba en las poblaciones de murciélagos de herradura chinos, advirtiendo sobre la amenaza de eventos de transmisión entre especies que provocarían brotes en humanos (Menachery & Yount Jr, 2015).

De igual forma, y aún más significativo, fue el informe llamado: “A world at risk” (2019), en el cual expertos de la OMS advertían del riesgo creciente de una pandemia global, para la cual no estábamos preparados. En este se indicaba que, debido a que entre 2011 y 2018 se habían registrado 1.483 brotes epidémicos en 172 países, sería muy probable el surgimiento de una pandemia de proporciones catastróficas, lo cual: “desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizada” (Global Preparedness Monitoring Board, WHO, 2019).

Debido a ello, y para reducir este riesgo, dicha institución pidió a los líderes mundiales acciones concretas como: crear paneles de monitoreo, comprometerse con la creación de sistemas de preparación, fortalecer los mecanismos de cooperación internacional, desarrollar simulacros y evaluar el riesgo económico que causaría el virus, crear planes de contingencia, entre otros. Pese a lo anterior, la evidencia indica que no se atendió a este llamado. Por consiguiente, pudo evidenciarse que nuestros líderes, aunque conocían de la existencia de este riesgo, desestimaron dicha posibilidad.

Lo mismo sucede con el cambio climático. Dado que, aunque durante años hemos sido alertados sobre la amenaza que representa para nuestra supervivencia, no estamos haciendo lo suficiente para contenerlo y continuamos contribuyendo de manera significativa con el aumento de la temperatura del planeta. Pues, según datos del Intergovermental Panel On Climate Change, organismo de las Naciones Unidas para evaluar el cambio climático, el calentamiento inducido por la influencia humana, desde mediados del siglo 20, alcanzó aproximadamente 1 º C por encima de los niveles preindustriales en 2017 (IPCC, 2018).
De ahí que el principal objetivo del Acuerdo de Paris, acuerdo ambiental histórico para enfrentar el cambio climático, sea: “mantener el aumento de la temperatura global en este siglo muy por debajo de 2 ° C (por encima de los niveles preindustriales) y continuar los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura aún más, a 1.5 °C” (United Nations Climate Change, 2015). Como se sabe, un aumento de temperatura por encima de este nivel, sería catastrófico y afectaría severamente nuestra supervivencia, ya que experimentaríamos fenómenos climáticos extremos con efectos devastadores tales como el incremento de sequías inundaciones y huracanes, la disminución de la fertilidad de los suelos, el aumento en la pérdida de polinizadores, e incluso, la posibilidad de experimentar olas de calor severas que provocarían incendios forestales de gran magnitud (que por cierto, ya han demostrado ser cada vez más letales), entre otros.

De hecho, un artículo publicado por la Revista Nature (2019), da cuenta de que ya estamos experimentando muchos de estos efectos, en diferentes partes del mundo, como se verá a continuación:

•    Groenlandia: los científicos han estimado que 2019 podría ser un año récord para la pérdida de hielo en Groenlandia. Pues durante los meses de primavera y verano, el hielo se descongeló más rápido de lo normal.
•    Kenia: debido a las fuertes lluvias de los últimos años, ha experimentado inundaciones letales que han causado el desplazamiento de miles de personas. De hecho, se espera que las condiciones climáticas en África continúen empeorando, lo que provocaría episodios extremos de lluvia y sequías más severas.
•    Brasil: el aumento del nivel de agua en este país, está poniendo en riesgo los ecosistemas de manglares costeros y con ello, los medios de vida de los pescadores locales. Pues en la última década, la línea de flotación ha retrocedido tres metros tierra adentro y su captura de peces se ha reducido a la mitad.
•    Ártico: el aumento de las temperaturas está cambiando esta región de maneras sin precedentes. Pues esta se está calentando el doble de rápido que el resto del mundo y la cantidad de hielo marino está disminuyendo a un ritmo acelerado.

A pesar de esta realidad y de que en teoría muchos científicos y líderes reconocen la magnitud de esta amenaza, estamos fallando a la hora de modificar nuestro comportamiento para disminuir el aumento de las emisiones. Pues en la práctica, no estamos dispuestos a hacer sacrificios económicos, sociales y políticos para detener esta catástrofe y, aunque somos conscientes de sus efectos, lo consideramos una amenaza lejana que no impactará nuestra generación y, por tanto, aunque hemos comenzado a actuar, no estamos haciendo suficiente.

Además, el COVID-19 ha emergido para agravar dicha situación: en tiempos de pandemia, el cambio climático no es considerado una prioridad en el corto plazo y en el mediano plazo, probablemente, tampoco lo será. Pues, en un mundo diezmado por la epidemia y sus efectos, los esfuerzos de los gobernantes están centrados en su contención y en la reactivación económica, lo cual implicará un incremento de la actividad industrial y con ello, la demanda de recursos; retrasando aún más las acciones necesarias para contener el aumento de la temperatura global.

Por tanto, puede concluirse que, aunque el COVID-19 ha desencadenado una crisis sin precedentes en la historia moderna, debido a sus efectos, corremos el riesgo de desestimar un desafío mayor: el cambio climático. De igual forma, debido a la crisis actual, hemos podido constatar que no estamos preparados para enfrentarlo. De ahí la necesidad imperativa de tomar acciones concretas para mitigar y reducir los riesgos relacionados con el mismo. Sin una intervención rápida y contundente, el cambio climático podría tener consecuencias peores que las causados por la pandemia, ya que sus efectos perturbarían de manera significativa la vida de miles de personas e incluso, estaría en riesgo la supervivencia misma de nuestra civilización.

Bibliografía
C. C. Cheng, V., K. P. Lau, S., C. Y. Woo, P., & Yung Yuen, K. (2007). Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus as an Agent of Emerging and Reemerging Infection. Clinical Microbiology Reviews, 660–694. Obtenido de https://cmr.asm.org/content/cmr/20/4/660.full.pdf
Global Preparedness Monitoring Board, WHO. (2019). A World at Risk. Obtenido de World Health Organization: https://apps.who.int/gpmb/assets/annual_report/GPMB_annualreport_2019.pdf
IPCC. (2018). IPCC. Obtenido de Special Report: Global Warming of 1.5 ºC: https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/sites/2/2019/05/SR15_Chapter1_Low_Res.pdf
K. P. Lau, S., & F. W. Chan1, J. (2015). Coronaviruses: emerging and re-emerging pathogens in humans and animals. Virology Journal, 12, 209. doi:https://doi.org/10.1186/s12985-015-0432-z
Menachery, V. D., & Yount Jr, B. e. (2015). A SARS-like cluster of circulating bat coronaviruses shows potential for human emergence. Nature Medicine, 21, 1508–1513. doi:https://doi.org/10.1038/nm.3985
Nature. (26 de 9 de 2019). How climate change is melting, drying and flooding Earth. Obtenido de https://www.nature.com/articles/d41586-019-02793-0
United Nations Climate Change. (2015). Obtenido de The Paris Agreement: https://unfccc.int/process-and-meetings/the-paris-agreement/the-paris-agreement


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