España en busca de la paz: entre la dictadura y la democracia
¿Ha sido la democracia sinónimo de paz en el sistema internacional?
Carlos Esteban Arciniegas Hurtado y Paula Andrea Briceño Cabrera
Estudiantes de III semestre, Programa de Ciencia Política y Gobierno
Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos
Universidad del Rosario
Actualmente vivimos en un mundo con una gran variedad de inclinaciones ideológicas, lo que presupone diferencias determinantes entre Estados que, de no ser bien abordadas, podrían desembocar en conflictos diplomáticos e incluso bélicos. Sin embargo, con la llegada del siglo XX, la democracia se ha planteado como el modelo de gobierno a seguir por muchos gobiernos y académicos, en aras de garantizar la paz definitiva entre Estados.
Por esta razón, en el ámbito académico se propuso la teoría de la paz democrática, la cual establece que, por medio de la democracia, el sistema internacional podrá llegar a estar exento de conflictos internacionales. Su tesis plantea que o bien los estados democráticos tienen una relación pacífica con cualquier tipo de estado (vertiente monádica) o que son pacíficos solamente con otros estados democráticos (vertiente diádica); siendo de todos modos la democracia, en ambas concepciones, la verdadera respuesta para un sistema internacional en paz.
Sin embargo, las situaciones de conflicto que se presentan a nivel mundial han puesto en entredicho el alcance de esta teoría, a tal punto de llegar a establecerse que la democracia no garantiza en absoluto que exista paz entre Estados. Y es precisamente esta hipótesis a la que se llega, al comparar, en términos de política exterior, los treinta y seis años que duró la dictadura de Francisco Franco (1939-1975) en España, con los treinta y seis años posteriores a su muerte, cuando se consolida la democracia en el país. Pues si bien con Franco hubo 2 conflictos bélicos, durante el período democrático analizado se presentaron 7.
Durante los años de 1939-1975, a pesar del carácter dictatorial del régimen, uno de los elementos característicos fue la limitada confrontación militar a nivel internacional y, por el contrario, una posición de no beligerancia y paz, y el desarrollo implícito de lo que posteriormente se conocería como la Ostpolitik (progresiva apertura de relaciones comerciales y diplomáticas con las democracias populares).
Esto puede ser evidenciado a partir de 3 disputas principales a las que se vio enfrentado España. La primera de ellas fue en la Segunda Guerra Mundial. En esta, la nación en mención asumiría, a lo largo de casi la totalidad de la guerra, una posición de neutralidad; la cual se ratificaría en 1943 con la promoción, por parte de Franco, de un plan de paz que pretendía agrupar a los países neutrales (Portugal, Irlanda, Suiza, Suecia, Argentina, Finlandia, etc.) para poder llegar a la negociación de un Tratado de Paz y así dar fin a la segunda guerra mundial.
El segundo conflicto es la disputa por Gibraltar con Reino Unido (1963-1967). En dicho conflicto se intentó llegar a una negociación bilateral con la contraparte, para abordar la problemática en cuestión. Sin embargo, ante la negativa del Reino Unido, esta negociación solo se dio hasta 1966, después de que España recibiera el respaldo jurídico de la ONU e instara al gobierno británico a cooperar.
Por último, el tercer conflicto se presentó en el Sahara Occidental entre España y Marruecos y Mauritania (1958-1976). En esta guerra, España firmó dos acuerdos principales que posibilitaron la terminación del conflicto. El primero de ellos de la mano de la intervención de las Naciones Unidas con la firma del acuerdo de Cintra el 1 de abril de 1958, en el que se establecieron los límites concretos y pragmáticos del Sahara español. Y el segundo de ellos en la década de 1970, con los Acuerdos de Madrid en 1975 y la subsiguiente retirada de España del territorio en febrero de 1976.
La resolución de estos tres conflictos evidencian una política exterior española que buscó integrarse a los organismos internacionales, teniendo que para ello entablar relaciones diplomáticas entre países tanto democráticos como no democráticos. Dicha motivación fue respaldada por múltiples tratados de amistad y cooperación; el establecimiento de relaciones consulares; y la firma de tratados comerciales que propiciaron un ambiente de paz. Lo que, a la postre, significó el cumplimiento de múltiples normas y parámetros internacionales, que fueron los que permitieron que paulatinamente España, aun en su carácter dictatorial, fuera aceptado en la FAO (1950), OACI (1951), OMS y UNESCO (1952), ONU (1955), OECE (1958), entre otros organismos internacionales.
Por otra parte, con la muerte de Francisco Franco en 1975 y la llegada de la democracia por medio del referendo del 6 de diciembre de 1978, resulta pertinente hacer una revisión respecto a la manera en la que España se ha relacionado con otros estados en los treinta y seis años posteriores a la dictadura. En su afán por integrarse a la comunidad internacional en su totalidad, España se unió al Consejo de Europa, firmó los Pactos de Nueva York de Derechos Civiles y Políticos y de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. De la misma manera, se hizo miembro de las Comunidades Europeas, actualmente llamada Unión Europea.
En términos generales, este país se ha destacado por su amplia red diplomática y su defensa por la cooperación internacional. Sin embargo, esto no ha impedido que España intervenga en algunos de los conflictos bélicos más importantes del mundo, especialmente debido al hecho de pertenecer a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte). Este es el caso de la Primera Guerra del Golfo, Guerra Civil Somalí, Guerra del Fletán, Guerra de Kosovo, Guerra de Afganistán, Guerra de Irak y la intervención militar en Libia.
Así pues, se evidencia con claridad, gracias a ejemplos como la intervención militar en Libia o la Guerra del Golfo, la posibilidad de que un Estado democrático se enfrente bélica y diplomáticamente con otro que tienda a formas diferentes de gobierno, especialmente al tratarse de modelos autoritarios. Respecto al primer conflicto mencionado, cabe resaltar que se trató de una operación conjunta con otros países miembros de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y de la OTAN, que cumpliendo con la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad, desplegaron sus tropas con el propósito de proteger a civiles en territorio de guerra libio.
Ahora bien, la Guerra del Golfo, también conocida como Operación Tormenta del Desierto, fue de gran importancia para España, puesto que se trató del primer conflicto en el período democrático postdictadura. Este conflicto, desarrollado a partir de la defensa de Estados Unidos y algunos destacados países occidentales para defender a Kuwait de la anexión iraquí, desembocó en la destitución de Gadafi.
En contraste con los conflictos anteriores, España también se ha visto enfrentada, en términos bélicos, con países democráticos, como lo fue el caso con Canadá. La Guerra del fletán, constituida por problemas sobre derechos de pesca entre españoles y canadienses en las Grandes Tierras (plataforma continental del norte), desembocó en la captura ilegal o secuestro de un barco pesquero español, acompañado de disparos de buques canadienses a quienes acudieron al llamado de emergencia de la nave de procedencia ibérica. Este acto, de acuerdo con la percepción de la Unión Europea, fue declarado un acto de piratería, razón por la cual Canadá tuvo que ceder.
En conjunto, puede decirse que la política exterior española desde su democratización ha estado orientada hacia la defensa de los valores democráticos exaltados por la comunidad internacional. Esto significa que su posición frente a países con regímenes autoritarios es negativa y opuesta. Tal concepción da cuenta de la configuración de “estados enemigos”, cuyas fallas deben ser eliminadas mediante la intervención de países destacados en el ámbito democrático.
Es por esto por lo que, a pesar de que instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas tienen la pretensión de impulsar un mundo más pacífico, por medio de la creación de una comunidad democrática global, no hay garantía alguna de que no existan guerras, aun cuando todos los Estados utilicen el mismo modelo de gobierno. Esto se debe a que, tal como se ha mencionado antes, existe una gran diversidad de ideales e intereses en el mundo, los cuales inevitablemente tienden a chocar. Por lo que se puede concluir que los Estados democráticos no hacen del sistema internacional un sistema más seguro por el hecho de regirse de tal manera.
Carlos Esteban Arciniegas Hurtado y Paula Andrea Briceño Cabrera
Estudiantes de III semestre
Programa de Ciencia Política y Gobierno
Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos
Universidad del Rosario
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