“Miss Myanmar: política exterior colombiana”
“Miss Myanmar: política exterior colombiana”
Reseña del texto ¿Por qué somos tan parroquiales? Una breve historia internacional de Colombia de Sandra Borda (2019)
“Por la paz estoy dispuesto a tomar todos los riesgos necesarios. (…) La paz en Colombia es más, muchísimo más importante que cualquier aspiración personal, cualquier dignidad o cualquier persona” (Santos, 1997). Empiezo con esta frase de Juan Manuel Santos expresada en una carta dirigida al expresidente Ernesto Samper el 11 de octubre de 1997, porque demuestra a la perfección que nuestros problemas internos no han permitido que triunfemos en lo externo.
Autor: Santiago Mayorga Colmenares, estudiante de la Universidad del Rosario
Twitter: @SantiagoMayor13
“Por la paz estoy dispuesto a tomar todos los riesgos necesarios. (…) La paz en Colombia es más, muchísimo más importante que cualquier aspiración personal, cualquier dignidad o cualquier persona” (Santos, 1997). Empiezo con esta frase de Juan Manuel Santos expresada en una carta dirigida al expresidente Ernesto Samper el 11 de octubre de 1997, porque demuestra a la perfección que nuestros problemas internos no han permitido que triunfemos en lo externo.
Hoy tengo la capacidad de sentarme a analizar por qué Colombia no llegó lejos en su política exterior. Siempre he sido un fiel crítico de la posible evolución que hubiera tenido nuestro país si no se hubiera dedicado a pelear. Por ello, quise iniciar con la frase de Santos, pues Colombia, lamentablemente, se dedicó a discutir en su interior mientras otros se desarrollaban y cogían ventaja. Claro está que era necesario expresar los puntos de vista opositores a la colonia en su momento, para lograr una independencia; sin embargo, los próceres de aquella época se enfrascaron en unas discusiones interminables, las cuales de tener una tónica independentista pasaron a poseer una tónica administrativa, centrada en la forma correcta de liderar y organizar a la naciente nación según criterios personales. Esto llevó a que Colombia se quedara ensimismada en un conflicto netamente administrativo, que a la larga produjo rivalidades internas con la preponderancia de fuertes grupos opositores.
A lo que voy consiste en que Colombia se centró en discutir internamente mientras otros, con mayor inteligencia, se dedicaron a progresar y evolucionar en busca de un dominio internacional. Es evidente a simple vista que nuestro país hubiera podido tener una influencia mucho mayor que Estados Unidos si se lo hubiera propuesto, ya que cuenta con los recursos naturales y culturales necesarios para hacerlo. Por ello, soy fiel defensor, y lo digo con dolor, de que Colombia NUNCA ha ejercido un liderazgo internacional. Incluso puedo decir que ni siquiera ha tenido un liderazgo regional, debido a que desde sus inicios mostró su vulnerabilidad en la cohesión de propuestas y líderes que buscaran un mismo propósito, llevando a una fuerte desintegración territorial y política.
Siendo así, difiero con Martha Ardila (2021), quien plantea, mediante el podcast Coordenadas Mundiales de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, que el mayor trauma de Colombia, donde demostró su debilidad en política exterior, fue la pérdida de Panamá; pues, desde la formación de la Nueva Granada fue notorio que la política exterior nunca iba a ser buena gracias a una pésima organización interna. Para tener una política exterior aceptable y predominante es fundamental tener un orden, aunque sea aparente, en la política interna de la nación; lo cual Colombia nunca tuvo.
Por lo anterior, el único remedio que tuvo nuestro país fue entrar en un papel de sumisión frente a aquella nación que sí había logrado progresar y que había tomado un gran valor regional e internacional por su capacidad de adquirir poder: Estados Unidos. Drekonja (1983) caracteriza este papel de dominación por medio del término acuñado por Marco Fidel Suárez: Réspice Polum, donde Colombia se centra en mirar hacia la estrella del norte o hacia el polo, declarando una incondicional lealtad con Estados Unidos; pero, ¿por qué sucede esto?
Básicamente, desde mi perspectiva este fenómeno se produce por cuatro razones. Primero, como ya lo expresé anteriormente, Colombia desde sus inicios fue totalmente vulnerable al tener una permanente discusión y fragmentación interna (conflictos internos) a causa de las diversas ideas de organización y administración del territorio, lo cual dio cabida a que un actor externo entrara con la faceta de “mentor” para apadrinarla y guiarla, teniendo de fondo unas intenciones completamente distintas. Segundo, el constante cambio de gobiernos internos con diferentes puntos de vista frente al actuar colombiano ante el sistema internacional ha hecho que ninguna estrategia se haya podido completar en su totalidad; pues, como Sandra Borda lo menciona en su libro ¿Por qué somos tan parroquiales? (2019), cambios de gobierno como Pastrana – Uribe – Santos han presentado diversas agendas internacionales que no se mantienen en una misma línea, sino que se encaminan por los deseos de cada gobernante. Por ejemplo, el gobierno Pastrana buscó tener una agenda internacional basada en la paz negociada, mientras que Uribe centró sus mandatos en tener una agenda de seguridad enfocada en el poder militar con apoyo estadounidense (Réspice Polum). Por su parte, el gobierno Santos, al igual que Pastrana, intentó, y lo logró, mantener una agenda de paz, pero con unas relaciones internacionales por igual con naciones de todo el globo, caracterizando a una política exterior de Réspice Similia.
Tercero, la necesidad de nuestra nación de ser reconocida internacionalmente ha hecho que venda su alma al diablo, perdiendo su identidad y regalando su actuar y pensar a Estados Unidos en busca de que sus acciones y comportamientos sean aplaudidos por terceros para poder sentirse “igual” a ellos.
Cuarto, producto de los conflictos internos y de la inexistencia de una unidad nacional, Colombia ha tenido una desventaja económica sin importar la cantidad de recursos naturales con los que cuenta, viéndose obligada a recurrir a Estados Unidos para poder cubrir los vacíos financieros que posee.
Todas estas cuatro razones, que pueden ser muchas más, han causado que nuestra nación haya perdido su autonomía en el campo internacional, demostrando una identidad relegada al pensar de un tercero. Lamentablemente, Colombia, como lo mencionó Marcos Peckel (2022), ha sido “el niño indefenso del colegio que ha tenido que obedecer al grandulón del patio para que no lo golpee ni le cause daño” .
De esta forma, Colombia no ha tenido una influencia ni liderazgo internacional, pues su política exterior se ha guiado en seguir los pasos de Estados Unidos y buscar congraciarlo en todo momento, gracias a su vulnerabilidad, falta de identidad e incapacidad para forjar sus propias relaciones. Dado esto, ha tenido que actuar bajo los preceptos de EE. UU, rompiendo relaciones con otros Estados como Cuba, con quien luego volvió a retomarlas, demostrando su falta de criterio propio.
Sandra Borda (2019) hace una perfecta explicación, aunque negativa, de la realidad en materia de política exterior colombiana, estableciendo que nos ha tocado caminar “pasito” sin mayor activismo con el propósito de no volver a ser totalmente vulnerables, así como lo fuimos con la pérdida de Panamá. No obstante, esa vulnerabilidad es evidente a larga distancia.
A su vez, Borda da a conocer cómo los diferentes gobiernos, tales como Turbay, Barco, Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe y Santos, han actuado en las relaciones exteriores; pero, el matiz de subyugación estadounidense sigue de fondo. Claramente en algunos gobiernos esta sumisión ha sido más notoria, como sucedió en el gobierno de Samper, quien por causa del Proceso 8000 tuvo que bajar cabeza y aceptar todo lo que la estrella del norte dijera, aunque no estuviera de acuerdo.
Muchos gobiernos puede que hayan intentado manejar una política exterior de Réspice Similia, como lo fue el gobierno Santos; pero, con toda la tela que tenemos por cortar será imposible lograr una autonomía internacional y posicionarnos como un liderazgo en materia de relaciones exteriores. La política exterior colombiana es como Miss Myanmar en Miss Universo: puede que la llamen al top 20, pero de ahí no logrará pasar y nunca llegará a ganar.
Sin embargo, para no ser tan negativos y tener un poco de esperanza, Colombia podría mejorar un poco su política exterior, haciendo que su paso por Miss Universo (el sistema internacional) no se quedara como Myanmar en el top 20, y, por el contrario, llegara al menos al top 10. Pero, ¿cómo se puede lograr esto?
La respuesta es sencilla. Claro está que la influencia estadounidense no desaparecerá de la noche a la mañana, pero sí se puede mermar por medio de un/a presidente/a que tenga sólidas ideas de Réspice Similia, las cuales sean transmitidas con fuerza por medio de un/a Canciller que no solo impacte por sus usuales caídas. Necesitamos a un/a presidente/a que marque fuertemente la política exterior, para que su reemplazo no tenga otra opción que continuar por medio de la misma línea. Pero, ¿cuál será ese/a presidente/a? ¿Rodolfo Hernández? ¿Ingrid Betancourt? ¿Gustavo Petro? ¿Sergio Fajardo? ¿Federico Gutiérrez? ¿Juan Manuel Galán? ¿Óscar Iván Zuluaga? ¿Francia Márquez? ¿Enrique Peñalosa?